La ideología del momento en el ciclismo es aquella tan antigua de que toda ostentación es vana, la de que la humildad se compra mejor que la soberbia, la de que todos tienen derecho a creer que sus sueños son posibles y no temer enfrentarse a ellos porque nada ni nadie son intocables. Quizás por eso, Chris Froome, ganador de tres de los cuatro últimos Tours y ungido de la necesidad de llegar a cinco como poco y como los más grandes, Anquetil Merckx, Hinault, Indurain, dio muestras de debilidad en la Dauphiné reciente; quizás por eso, el británico, máximo favorito a su pesar, alienta estos días la esperanza de sus rivales pronunciando la palabra clave, abierto, cuando dice como dice: “El desafío de este año va a ser el más difícil de mi carrera. El recorrido es muy abierto y los rivales tienen el nivel más elevado al que nunca me he enfrentado”.
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