“Me voy” es una frase breve, o al menos bastante breve, cuya pronunciación proporciona una paz automática, temporal y quizá secreta. Desahoga. En un sentido resulta vagamente destructiva, al tiempo que placentera, como arrojar un florero contra el suelo o descalzarse y aplastar con el zapato un mosquito posado en la pared. No piensas más allá de vocalizarla, y para eso no hay que pensar. Dices “me voy” y solo a lo mejor después calculas qué has dicho. “Me voy”, como según algunos medios portugueses habría dicho Cristiano Ronaldo al saber que la fiscalía española le pisa los talones, representa una respuesta en caliente a una situación amenazadora. No equivale a un punto culminante y frío, sin retorno, como lo sería un “me fui”. “Me voy” funciona como un aviso, o una especie de resumen de algo más sofisticado, necesitado de frases subordinadas, que de pronto se te pasa por la cabeza. Cuando una situación te acecha dices “me voy” y te pones al lado de la puerta, incluso de la ventana, porque cuando estás dispuesto a irte de un sitio, te vas por donde haga falta.
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