Finiquitada la primera edición de la revolucionaria Copa Davis, la cuenta de resultados arroja conclusiones en distintas direcciones, desde aquellos que reconocen la frescura de un nuevo formato que ha devuelto la emoción a un torneo anquilosado en los últimos años, hasta quienes opinan que el giro ha fracasado en su intención de atrapar a un espectador que se ha visto forzado a trasnochar. Lo cierto es que siete días de desenfreno tenístico han dan dado para alterar la rutina de un barrio humilde y madrugador como San Fermín, colonizado por miles de aficionados que han coloreado las calles de un distrito tradicionalmente gris.
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