samedi 30 novembre 2019

El escocés que cuida Mendizorroza y tocó la gaita en el funeral de Seve

José Manuel Esnal, Mané, héroe alavesista desde los banquillos, paseaba tranquilo, hecho un pincel, en dirección contraria a Mendizorroza, con un mazo de periódicos debajo del brazo, como si el partido que se iba a jugar hora y media después no fuera con él. Se cruzó con el autocar del Real Madrid, escoltado por cuatro vehículos de la Ertzaintza en la calle Portal de Lasarte, sin problemas en el acceso, salvo por las obras en el aparcamiento adyacente al estadio. Casi nadie esperaba la llegada del Madrid cuando no se atisbaba aún la tormenta de agua que iba a caer sobre Vitoria, y que no alteró el césped, el mejor de LaLiga, según los expertos, como el green de un campo de golf, aunque no fuera esa una motivación para Gareth Bale, que cumplió estrictamente las órdenes de Zidane: pegarse a la banda derecha. Ni se movió de allí. Las medidas del campo, 105 metros de largo por 64 de ancho, –pequeño, según Zidane, aunque el Bernabéu solo es un metro más ancho–, no le motivaron a moverse demasiado, ni siquiera a bajar a defender cuando apretaba el Alavés.

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