Carlo Ancelotti es un hombre solo. Ignorado por sus jugadores y condenado por su presidente en la absurda crisis del motín del 5 de noviembre, el técnico del Nápoles asiste con cara de póker al desgarro entre palco y vestuario. Con la misma cara se presentó en Anfield, y sin mover apenas los músculos faciales obró impertérrito a una doble proeza: empató en casa del Liverpool (1-1) después de ganarle en la ida (2-0). El doble resultado sirve al equipo italiano para aliviar la tremenda tensión que le ahoga y abre el abanico de la última jornada. El 10 de diciembre el Nápoles recibirá al Genk en el San Paolo sin la clasificación asegurada y el Liverpool viajará a Salzburgo con la misión de sortear lo improbable. Una derrota en Austria clasificaría al Salzburgo y podría dejar al vigente campeón de la Champions fuera de los octavos de final.
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